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El 22 de noviembre de 1982, tres mujeres de diferentes religiones que rezaron alrededor de la cama de enferma en Damasco Soufanieh. Al ver la luz y luego el aceite saliendo de las manos de una mujer católica, la instó a que se lo aplicara al enfermo, quien fue sanado de inmediato. Así comenzó la carrera espiritual de Myrna, miembro de la Iglesia greco-católica melquita, entonces con solo 18 años y recién casada con Nicolas Nazzour de la Iglesia greco-ortodoxa de Antioquía.

Primera aparición de la Santísima Virgen María – miércoles 15 de diciembre de 1982
Dado el estado de pánico de Myrna, el primer mensaje le fue entregado en la segunda aparición.

Segunda Revelación, Primer Mensaje – Sábado 18 de diciembre de 1982 23:37
Hijos míos, recuerden a Dios porque Dios está con ustedes. Lo sabes todo y, sin embargo, no sabes nada. Tu conocimiento es incompleto. Pero llegará el día en que sabrás todo como Dios me conoce a mí. Haz el bien a los que hacen el mal. Y no lastimes a nadie. Te di más aceite del que pediste, pero te daré algo mucho más poderoso que el aceite. Arrepiéntete y ten fe y acuérdate de Mí en tu gozo. Anuncia Mi hijo Emmanuel. Quien lo anuncia se salva, y quien no lo anuncia, su fe es vacía. Ámense unos a otros. No pido dinero para las iglesias, ni dinero para los pobres. Te pido amor. Aquellos que dan su dinero a los pobres y las iglesias, pero no tienen amor, no son nada. Visitaré las casas con más frecuencia, porque los que van a la iglesia no van a rezar a veces. No te estoy pidiendo que me construyas una iglesia, sino un santuario. Dar.
No rechaces a nadie que te pida ayuda.

Tercera Revelación, Segundo Mensaje – Sábado 8 de enero de 1983, 23:37
La Virgen María lloró. Ella le dijo a Myrna: «Está bien»
Myrna también estaba llorando, gritando «María está llorando!»
Finalmente, la Virgen María se retiró, pero antes de desaparecer sonrió dulcemente.

Cuarta Aparición, Tercer Mensaje – Lunes 21 de febrero de 1983, 9:30
Hijos míos, que digan entre ustedes que he vuelto aquí, no ofendan al altivo, al humilde. Una persona humilde anhela la atención de otras personas para rectificar sus defectos, mientras que una persona mimada y altiva se descuida, se rebela, se vuelve hostil. El perdón es lo mejor. Cualquiera que pretenda ser puro y amoroso delante de los hombres, es inmundo ante Dios. Quisiera pedirte algo, unas palabras que grabarás en tu memoria, que siempre repetirás:
Dios me salva, Jesús me ilumina, el Espíritu Santo es mi vida, por eso no tengo miedo de nada.

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