Aproximadamente a los tres meses de la primera aparición, un rayo de luz iluminó por segunda vez el lugar del Santuario.
Vuestra Madre os pide su morada. No quiero esplendores. Quiero sí una casa espaciosa. No olvidéis el santuario, ya que será el santuario del Señor. El tiempo pasará más esto perdurará.
Una vez aprobado el proyecto del Templo, por la Santísima Virgen, y comenzada su construcción, la imagen fue trasladada al nuevo Santuario en 1989.
Ante la pregunta de Gladys si le gustaría que la llamaran María del Rosario de San Nicolás, la Virgen le responde: Así debe ser. Mi anhelo es estar entre vosotros, colmarles de bendiciones, de paz, de alegría, y acercarles al Señor Nuestro Dios.
La Virgen hizo acuñar a Gladys una medalla con la advocación de María del Rosario de San Nicolás, y en el reverso la Santísima Trinidad con siete estrellas. Hija mía, el significado de las siete estrellas son siete gracias que mi Hijo Jesucristo concederá a quien la lleve sobre su pecho. Alabado sea el Señor.
Gladys recibió más de mil ochocientos mensajes, desde el 13 de octubre de 1983 hasta el 11 de febrero de 1990, día del último mensaje.
La primera vez que vio a la Virgen fue el 25 de septiembre de 1983. Pero desde el 27 de noviembre de ese año, las visiones fueron diarias, en su casa, en diferentes horarios. Antes de cada aparición recibe un anuncio interior, y si está con otros no lo manifiesta. Dice Gladys: “Siento como un hormigueo en los brazos, entonces sé que Ella viene; cierro los ojos y aparece”. Pareciera ser que ella no cae en éxtasis, si se entiende esta palabra como desconexión con el mundo exterior. Sin embargo, no se trata de una visión interior subjetiva. Para Gladys la Virgen es real y está viva. La ha tocado. Ha sentido la consistencia y el calor de su cuerpo. La escucha y le responde, gozando de una real intimidad. A veces las personas cercanas perciben un perfume de rosas o una sensación de calor.
El 8 de noviembre de 1984 Gladys relata cómo es la Mujer de la visión: “Hoy como nunca siento deseos de decir cómo veo a la Santísima Virgen María. Es de una belleza nada fácil de describir, pero es hermosa, y en Ella van juntas la humildad, la fuerza, la pureza y el Amor, así con mayúscula, porque todo el amor del mundo creo que no cubre el amor que Ella siente por sus hijos. Cuando ordena, siento la fuerza que hay en Ella. Cuando da consejos, siento su amor maternal. Y cuando me dice que sufre por esos hijos alejados del Señor, me transmite su tristeza. Todo esto deja en mí esta maravillosa Madre a quien venero y he consagrado mi vida. Hago esto para que mis queridos hermanos puedan saber de alguna manera cómo es nuestra Madre del cielo.
Desde noviembre de 1984 Dios le concede a Gladys vivir los grandes dolores de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Los estigmas de las manos aparecen durante los jueves y los viernes de Adviento y Cuaresma, año tras año. La sangre brota solo los viernes de Cuaresma. Los estigmas de los pies se presentan el viernes santo, después de las tres de la tarde, hora de la muerte de Cristo. Es como si el Señor quisiera concretar el sufrimiento de su Pasión por medio del cuerpo de Gladys que representaría a la Iglesia. Cada viernes santo siente en forma especial el dolor de cargar una cruz. Su hombro queda marcado con una mancha alargada y muy dolorosa. Algunas veces ha sentido también la llaga del costado. Gladys asegura que si bien el dolor físico es grande, el sufrimiento moral es aún mayor.
La Virgen fue quien le propuso a Gladys ayunar. El ayuno de Cuaresma dura cuarenta días. A pesar de comer tan poco, su aspecto es saludable y su peso normal.
El 11 de febrero, día de Nuestra Señora de Lourdes, en 1989, la Virgen dice a Gladys: Ayer en Lourdes, hoy aquí. Siempre la Madre en busca de sus hijos. Oración, ayuno, penitencia y sobre todo conversión espera de ellos. Las almas se salvarán si se asoman al Señor, si admiten al Señor. Falta la paz en muchas almas. Busque el alma la paz y hallará a Dios.
Y el 13 de mayo de 1989, día de la primera aparición de Fátima: Hoy como entonces, en Fátima, son nuevamente mis visitas aquí en la tierra, aunque son éstas más frecuentes y prolongadas ya que la humanidad vive momentos de gran dramatismo.
El obispo de San Nicolás, Monseñor Domingo Salvador Castagna, lejos de tomar distancia de ese fenómeno vital que ocurre en su diócesis lo acepta, lo guía y lo nutre, sin dejar de lado la prudencia y el discernimiento. De manera ejemplar alienta a los peregrinos que desde el primer momento comienzan a afluir a San Nicolás. Las procesiones se suceden todos los meses el día 25, siendo la más importante y numerosa el 25 de septiembre de cada año, en recuerdo del día de la primera aparición.
El 25 de septiembre de 1986 el obispo coloca la piedra fundamental del actual Santuario.
El Campito de la Virgen que se halla junto al Santuario se ha transformado en un lugar de procesiones, vía crucis y de confesiones, particularmente en días de mayor concurrencia.