El demonio actúa ferozmente, no os asombréis. Ataca sin compasión envolviendo todo lo que pueda tocar. Orad, mis hijos, que la oración fortalece. Sois llamados por Jesucristo para orar.
El príncipe del mal vierte hoy su veneno con todas las fuerzas, porque ve que está concluyendo su triste reinado. Es poco lo que le queda, su fin está cerca.
Oh, mis pobres hijos, pocos sois los que profundizáis en Cristo, y muchos los que estáis altamente destruidos por el pecado.
Es en realidad este tiempo, un precioso tiempo que no debe ser desperdiciado sino aprovechado. El Redentor le está ofreciendo al mundo la manera de enfrentar a la muerte que es satanás, le está ofreciendo como lo hizo desde la Cruz, a su Madre, medianera de toda gracia.
Hijos míos, mi Corazón quiere que vuestra alma perdure por los siglos de los siglos.
Repetidas veces golpean mi Corazón, lo siento así, cada vez que es ofendido Cristo Jesús.
El enemigo me está desafiando despiadadamente, está tentando abiertamente a mis hijos. Es un combate entre la luz y las sombras. Una constante persecución a mi querida Iglesia.
Todos sois partes del cuerpo místico que es la Iglesia y del cual Cristo es la cabeza. En la tierra el Vicario de mi Hijo es el responsable de que ese cuerpo siga en pie, por eso seguid junto a vuestro Papa, siguiendo su enseñanza que es, en definitiva, la enseñanza de Cristo. Hágase la voluntad de mi Hijo.
Orad por la Santa Iglesia. Herido está mi Corazón porque frecuentemente es atacada, día a día se ve empañada su luz. Como Madre de la Iglesia sufro el más agobiante dolor. Mis sufrimientos están unidos a los del Papa, porque su pena es mi pena.
La intensísima luz de Cristo resurgirá, ya que, así como en el Calvario después de la crucifixión y muerte vino la resurrección, también la Iglesia renacerá por la fuerza del amor.
El Señor os está revelando por medio de los mensajes y las Sagradas Escrituras lo que espera de los hombres. No le cerréis las puertas. Entregaos a Jesús como Él se entregó a vosotros.
Dad a conocer lo que te doy, el ateísmo inunda las naciones, hay por doquier ausencia de Dios; es por eso por lo que la palabra del Señor debe ser escuchada y no despreciada. La acción de su palabra mucho hará si el corazón se abre a ella.
Mirad hacia el sol naciente y veréis nacer el nuevo día, que haya en vosotros esperanza y fe, que crezca el deseo cada mañana de ser verdaderos hijos de Dios. No hagáis que aparte su rostro de vosotros, confiad en Él.
No se puede vivir sin hacer una plegaria diaria a nuestro Padre del cielo. Ves esta corona, porque esto es lo que deseo que hagáis, una verdadera corona de rosarios. ¡Oración hija mía, oración! Cuántas bocas permanecen aún calladas sin conocer siquiera una oración que las acerque al Señor.
El Santo Rosario es el arma a la cual le teme el enemigo. Es también el refugio de los que buscan alivio a sus pesares, y es la puerta para entrar en mi Corazón. Gloria al Señor por la luz que da al mundo.